El Barça es un club tan extraño que firmó al mejor centrocampista que ha dado el fútbol holandés en décadas para obligarlo a jugar de una forma diferente a la que le hizo llegar al Barça. Frenkie de Jong ha sufrido durante años el intento de domesticación culé, obligándole a jugar de interior, de pivote en solitario y hasta de central, aunque eso seguramente tenía algo de sentido. El problema no era situarle en uno u otro lugar del rectángulo, sino pedirle que mantuviera la posición como si los futbolistas tuvieran que jugar con una barra de acero insertada en la cintura y convertirse en los muñecos inertes de un futbolín. En definitiva, a De Jong le han pedido durante demasiados años que no fuera De Jong.
A De Jong le han pedido que fuera Iniesta, que jugara como Xavi o que ejerciera de Busquets. En la búsqueda eterna y nostálgica del relevo del mejor centro del campo que ha comandado un equipo de fútbol, el Barça se ha olvidado de lo que tenía, ninguneando a todo aquel que no se parecía a aquello. No es ninguna casualidad que a Frenkie le estemos conociendo de verdad el primer año sin Sergio Busquets. El barcelonismo ha tardado en descubrir que, tachán, delante de sus narices tenía un centrocampista superior, de esos que, bien rodeado, son capaces de mover a su equipo y al rival a su antojo.
Frenkie de Jong ha sufrido durante años el intento de domesticación culé
Algunos escépticos, aún quedan unos cuantos, no se han quitado la venda hasta que Frenkie se ha lesionado. Otros ni así. Lo único positivo de haber vivido dos meses sin él es habernos dado cuenta de su grandeza. Su cara de niño, ese talante alérgico a la polémica, esconde una personalidad extremadamente competitiva a la que Xavi está sabiendo extraer todo su jugo.
Sin Busquets no tenía sentido jugar como con Busquets. Xavi, un defensor ultra de la posición que ejercía el de Badia, supo moldear su credo para devolver a De Jong a sus orígenes, colocando a Romeu a su lado para ejercer el papel que Schone tenía en el Ajax. El ex del Girona, en eso parece haber consenso, es el futbolista que más ha echado de menos al holandés y, sin embargo, no sería conveniente olvidarse de que, de la misma manera que Romeu necesita a Frenkie, Frenkie también necesita a Romeu como el agua.
Oriol Romeu necesita a De Jong de la misma manera que De Jong necesita a Oriol Romeu
Porque el de Ulldecona le libera de labores incómodas para un jugador que, conduciendo, atraviesa líneas como un cuchillo lo hace con la mantequilla, que ejerce de cemento entre la defensa, el centro del campo y la delantera, que le da al equipo una personalidad que sin él no tiene y que, en definitiva, hace al Barça mucho más reconocible. De Jong, con solo 26 años, es el futbolista que debe poner punto y final a una era para empezar otra nueva.