El pasado 8 de noviembre, la víspera de que Junts y el PSOE firmaran su acuerdo por la investidura, un enjambre de periodistas hacía guardia en los pasillos del Parlamento Europeo, en Bruselas, esperando captar alguna valoración, ni que fuera un monosílabo o un gesto, de Carles Puigdemont. El expresidente catalán oficiaba como comandante de Junts en la negociación con el PSOE, y se posaba sobre él toda la atención. No todo el mundo lo vivía con la misma expectación: “¿Pasa algo hoy por aquí?”, manifestó Clara Ponsatí con retintín, al topar con la muchedumbre de medios. La eurodiputada ocupa un despacho vecino al de Puigdemont y trataba de exhibir un cerrado desinterés por la decisión que tenía entre manos su compañero de escaño y supuesto camarada ideológico. “Que España se espabile y, si no se ponen de acuerdo entre ellos, es su problema, no el nuestro”, ha declarado luego Ponsatí, contraria a que el independentismo catalán apuntale la gobernabilidad de España, ni que sea a cambio de una ley de amnistía. El reproche supone la voladura del último trozo de puente que quedaba entre ella y Puigdemont. “Dentro de Junts per Catalunya hay gente que quiere hacer una política más conciliadora con el Estado español, y hasta ahora esa idea no se había impuesto”, ha recalcado Ponsatí.
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4 octubre, 2024