Con la bici entre pilas de coches y fango
Uno de los comentarios más extendidos entre los periodistas y los voluntarios que llegan por primera vez a los pueblos afectados por la dana de Valencia es que la realidad supera con mucho las imágenes de la televisión, de las redes sociales o de la prensa. Ese mucho se queda corto. No solo por el brutal grado de devastación y destrucción, sino también por las dificultades que deben afrontar decenas de miles de personas en su vida cotidiana. Un día a día que transcurre bajo un desolado manto del color del fango, con los olores de las aguas fecales que bajan ahora por el barranco asesino del Poyo, o entre pilas de coches destripados.