«Me sentí muy sola, pensé que una vez denunciara a mi agresor las cosas cambiarían… pero no, todo se vuelve un infierno», explica Cristina (nombre fictício), 11 meses después de denunciar al padre de sus hijos tras años de abusos y manipulación psicológica. Como ella, otras 12 mujeres víctimas de violencia machista atendidas por el Servicio de Intervención Especializada (SIE) del Gironès, que depende de la Generalitat, han denunciado públicamente el calvario que empieza tras decir basta. Y lo han hecho señalando a jueces, mossos e incluso médicos en un fanzine autoeditado con sus relatos. «Cuesta imaginar lo que viene después. Nadie te prepara y lo gestionas como puedes: lo más seguro es que te hundas más», relata otra víctima. A pesar de los avances incontestables, el objetivo del proyecto es visibilizar la violencia institucionalcon el fin de erradicarla.
Cristina ahora vive lejos de su agresor. No lo denunció cuando ella le pidió el divorcio y él empezó a romper puertas e incluso paredes de la casa que habían comprado juntos. Tampoco lo hizo cuando se plantaba de noche delante de su casa para controlarla, ni cuando se instaló en una vivienda contigua y empezó a amenazar a su segunda pareja. Solo llevó el caso hasta los Mossos cuando agredió a la hija de ambos. «Lo hizo para hacerme daño». «Yo pensaba que se haría un juicio rápido, que me darían la custodia de los niños y se acabaría el asunto. Pero no». Ahí fue cuando empezó un calvario de resoluciones cruzadas que han eternizado la respuesta judicial y que incluso han complicado la escolarización de los niños. A consecuencia, ella ha sufrido crisis de ansiedad. «Ha sido un infierno».
«La fiscal me llamó madre sufridora»
El caso de Cristina no es el único. En este ‘fanzine’, editado por el SIE Gironès bajo el título ‘Després de dir prou: experiències de violència masclista institucional‘, 13 mujeres atendidas relatan casos similares. Una madre de dos niños de 3 y 6 años estalla: «Es frustrante verte así cuando solo intentas proteger a tus hijos». El padre de los niños está condenado por maltrato, tiene activa una orden de alejamiento respecto a la madre y, según la mujer, ha inclumplido hasta 50 veces el régimen de visitas y la comunicación entre ella y sus hijos. «Pedí la guardia y custodia y me la negaron. La fiscal dijo que soy una madre sufridora».
«Esto no es vivir, es denunciar para nada, es perder tiempo y dinero, y sufro ansiedad pensando que dejo a mi hija con el diablo»
«Mi hija tiene mucho miedo por las noches porque su padre le chilla e insulta para hacerme daño a mí», cuenta otra madre de una niña de 6 años que también denunció a su agresor. «Esto no es vivir, es denunciar para nada, es perder tiempo y dinero, y vivir trastornada de por vida, sufro ansiedad pensando que dejo a mi hija con el diablo«. «Todos los juicios los he ganado, he tenido cuatro órdenes de alejamiento. Él nunca ha entrado preso y nunca le han retirado el régimen de visitas», cuenta otra mujer al que su expareja le secuestró a la hija.
«El juez se burló en mi cara»
Además de los efectos que todo ello tiene en los niños, otras víctimas denuncian la falta absoluta de empatía y protección del estamento judicial. «Cuando decidí pedir justicia fui violada siete veces o más: el sistema judicial se burló en mi cara diciéndome que decía cosas sin sentido y me puso en el banquillo como si la criminal hubiera sido yo. ¿Puede haber una tortura peor?», afirma la víctima de una agresión sexual.
«En mi caso, el verdadero maltratador fue el juzgado»
«Yo denuncio que mi éx me persiguió con el coche en contra dirección pero al juez solo le interesa el hematoma en la cabeza», se queja otra mujer que sigue amedrentada. «Él logra que yo no pueda tener pareja porque les amenaza, una vez les dijo que les dispararía en la sien», añade esta mujer, que se enteró de que el juez le retiraba una orden de alejamiento ocho días después de saberlo su agresor. «El verdadero maltratador es el juzgado«.
Estas 13 mujeres mujeres también apuntan a la incomprensión de agentes de los Mossos d’Esquadra. «Si digo que me coge del pelo y me estampa la cabeza contra el cristal repetidas veces no pueden redactar en el atestado que hay un forcejeo». «No es que te contradigas, es que no puedes expresar… yo asumía que mi función era ser un saco de boxeo», explica otra mujer que venció el miedo e interpuso una denuncia cuando su exmarido rompió la puerta de su casa a patadas, la agarró de la muñeca y logró escapar defendiéndose con un manotazo. «Hice lo que pude porque previamente él me amenazó con partirme la cara».
«Cuando denuncié, los agentes se reían, incluso un mosso dijo que mi ex tenía todo el derecho a romper cosas porque eran suyas»
«Risas» de los mossos
Cuenta que mientras denunciaba la violencia sufrida, los agentes se reían. «El mosso me dijo que mi ex tenía todo el derecho a romper cosas porque eran suyas». Cuando ella les explicó cómo se libró de él, el relato se vuelve cruelmente surrealista. «Me dijeron que la primera que iba a ir al calabozo era yo, porque había reconocido una agresión». «Al final no lo denuncié. Me sentí ridícula, sola, con total desconfianza». Ella acabó en casa de una amiga, aunque el acoso del ex no terminó. «Jamás lo notifiqué. ¿Para qué? ¿Para que se vuelvan a reír de mí?». Sin embargo, recibe atención psicológica en el SIE. «Ahora al menos puedo identificar que viví maltrato psicológico y sexual».
«Tras ser agredida con sumisión química, un policía insinuó que mi denuncia era falsa y que había sido infiel a mi pareja»
«Vienes de un maltrato psicológico que ha conseguido que dudes de tu criterio. Solo falta que duden también de tu palabra y te digan que no hay pruebas concluyentes o que ya se le pasará, como si quien está empeñado en hacerte la vida imposible fuese una criatrura». Lo dice una mujer que, tres años después de denunciar a su expareja, ha sufrido como él se saltaba las órdenes de alejamiento y vio como un Mosso se negaba a tomarle declaración.
«¿Por qué te quedaste sola en el bar?»
Otra chica denunció una agresión sexual por sumisión química al salir de un bar. Explica que los agentes se rieron de ella mientras visualizaban las imágenes de las cámaras de seguridad de la calle, con comentarios como «se te ve contenta», «parece que le das la mano, como una parejita». También recuerda que los agentes insinuaron que su denuncia era falsa y que había sido infiel a su pareja, ya que su agresor manutvo que la relación sexual fue consentida. «Me lo dijeron con un desprecio brutal y me quedé en ‘shock'».
Esta chica también cuestiona al hospital que le practicó el examen forense. «El primer médico me dijo: ‘Pues no tienes pinta de ser una guarra'», para después preguntarle: «¿Cuánto habías bebido? ¿por qué te quedaste sola en un bar?». La administrativa del centro, además, le hizo explicar la violación en público. Días después, regresó al hospital por unos moratones en el abdomen. «La policía tuvo que llamar al jefe de Urgencias para que un médico accediera a hacerme un parte de lesiones, porque se negaban». Mantiene que tampoco le ofrecieron las pastillas contra el VIH. «Al ir un fin de semana no está el personal fijo y no se cumplen los protocolos, por eso tampoco tuviste acceso a un psicólogo», le respondió una sanitaria.