El ‘nosotros’ contra el ‘ellos’, las burbujas impermeables e incondicionales, son uno de los signos de estos tiempos. Cada uno llevamos nuestras camisetas (ideológicas, políticas, identitarias, de clase, también las deportivas) y tendemos a rodearnos de quienes comparten nuestros colores. Es una suma cero, que erróneamente suele atribuirse sólo al deporte: en la vida, como en la cancha, o se gana o se pierde, y todo vale para alcanzar la victoria. La disidencia es una traición; la duda, una amenaza; la discrepancia, una debilidad; la crítica, una quinta columna. Para ser uno de los nuestros hay que demostrar pureza sin fisuras y ser intransigente e inflexible con ellos, los que no sienten ni respetan nuestros colores y compiten contra nosotros por los trofeos. O ellos o nosotros, sin concesiones. Hasta que Gregg Popovich cogió el micrófono.
Kawhi Leonard es una de las estrellas de Los Ángeles Clippers. All-star, gran jugador defensivo, con los San Antonio Spurs entrenados por Popovich ganó el anillo en 2014, y fue considerado el MVP de la final. En el 2018 abandonó los Spurs para jugar con los Toronto Raptors, equipo con el que ganó su segundo anillo en el 2019, repitiendo de nuevo como MVP. Su salida de los Spurs, donde jugó durante siete años, estuvo marcada por la polémica debido a diferencias con la franquicia sobre cómo recuperarse de sus lesiones musculares. De ídolo y MVP, aunque no el líder de un equipo con Tim Duncan, Manu Ginóbili y Tony Parker, Leonard pasó a ser repudiado por su antigua afición.
Esta semana, los Clippers jugaron en San Antonio, y en cada acción Leonard fue abucheado. Tal fue el ambiente de animadversión que en pleno segundo cuarto del partido Popovich cogió un micrófono de la mesa y se dirigió al público del AT&T Center para afearles su actitud. “Disculpadme: ¿podemos parar ya con los abucheos y dejar jugar a los chicos? Esto es no tener clase, no es quienes somos. Basta de abucheos”.
Una institución
Popovich es una institución en San Antonio y del baloncesto estadounidense: entrenador de los Spurs durante 22 temporadas consecutivas, en las que ha logrado cinco anillos, y seleccionador de EEUU, con quien ganó la medalla de oro en Tokyo, cuenta con el reconocimiento de ser uno de los mejores entrenadores de la historia de la NBA. Su reprimenda en público a su propia afición lo convierte también en una rareza. Popovich demostró con su gesto que se puede llevar bordada al pecho la camiseta de los Spurs y al mismo tiempo no perder de vista la deportividad.
Una reprimenda parecida a la afición propia resulta muy difícil de imaginar en nuestro fútbol. Al contrario, lo que se lleva desde los banquillos y los palcos es alimentar y echar más leña al fuego de la pasión irracional de los aficionados. Real Madrid TV es un buen ejemplo. La televisión oficial del club mantiene una cruzada contra el estamento arbitral que se traduce en vídeos antes y después de los partidos en los que denuncia las injusticias que sufre el equipo blanco. Real Madrid TV no se comporta como un medio de comunicación corporativo, sino como un transmisor de propaganda a menudo zafia que apela a las bajas pasiones del madridismo. Es un eficaz medio para construir el imaginario del ‘nosotros’ madridista en contra del ‘ellos’, todos ellos, no sólo los adversarios en el campo, sino los estamentos que rigen el fútbol, desde los internacionales (la UEFA) hasta los nacionales (la Liga y el estamento arbitral).
Elogio inconcebible
¿Es concebible en Real Madrid TV un elogio a un rival del Madrid, un reconocimiento al árbitro que ha perjudicado con su decisión al equipo o una petición a la afición de que no abuchee a un jugador que decidió abandonar el club y fichar por el adversario? No. El sentido común predominante, en el Madrid y en el resto de los equipos y sus aficiones, es que cualquier concesión al rival es una señal de debilidad. Las afrentas no se olvidan y se azuzan y se mantienen en el tiempo, sino que se lo pregunten a Luis Enrique, al que el sector madridista nunca aceptó como seleccionador español por su condición de traidor a la Casa Blanca.
Al coger el micrófono, Popovich rompió esta forma de entender el deporte y la vida, y merece un aplauso por ello. Eso sí, el resto del partido la afición de los Spurs abucheó a Leonard aún más fuerte, si cabe.