Entre armiños y pelucas: la reforma de la Cámara de los Lores
Corrían los felices noventa del laborismo inglés y lo que más irritaba a los tories es que Tony Blair caía bien al votante conservador, o como mínimo, no lo encontraba un inquietante político de izquierdas cortado por el patrón setentero. Blair lo sabía y por eso no los provocaba demasiado pero un día, en una conferencia de partido hace ya 25 años, pronunció su famoso discurso de las “fuerzas del conservadurismo” en el que, entre otras lindezas, dijo que el Partido Conservador era “el partido de la caza del zorro, de Pinochet y de los lores hereditarios: lo incomible, lo innombrable y los inelegibles”. Cinceló de forma brillante y malévola un nueva trinidad de valores tories. De aquel panteón, la caza del zorro fue prohibida, Pinochet falleció en Chile años después y los lores hereditarios, aunque por poco tiempo, aún perduran.
