Entre el extremismo y la mediocridad

Cada mañana, al abrir el periódico, el mundo parece sumido en una tormenta. El extremismo crece donde la política ya no ofrece respuestas y las democracias se tambalean. España no escapa a este clima de incertidumbre. La precariedad se extiende, los jóvenes pierden sus sueños y la confianza en las instituciones se desvanece. El problema va más allá de la política. El pensamiento crítico se está perdiendo y la mediocridad se romantiza. No solo los dirigentes han fallado, sino que la ciudadanía ha tolerado la demagogia y ha dejado que la incompetencia se instale como norma. El país avanza sin cuestionar su rumbo. A pesar de todo, queda esperanza. España necesita una política que apueste por la educación, la reflexión y la construcción de puentes. Solo así podremos cerrar las grietas por las que se cuela el extremismo.