El Barça necesita con urgencia una inyección de fuerza y confianza. Un chute de moral. No sé si es cuestión de entrenador o de psicólogo. Pero esta plantilla tiene más nivel del que demuestra en el campo, está obligada a rendir más. Hay que ser más profesionales, más competitivos.
El análisis del partido de ayer vuelve a ser decepcionante. El Barça ganó un punto, pero perdió dos. Rendimiento insuficiente y partido incompleto. Regalaron la primera parte y no pueden presumir de la segunda. Mejoraron el juego, pero el empate llegó gracias a un gol en propia portería. El equipo no progresa suficientemente, no arranca. Le falta continuidad, consistencia y solidez. Frente a un rival como el Rayo que solo leyendo su alineación revelaba su mediocridad, no dieron la talla.
Xavi una vez más, y van no sé cuantas, reconoció que falló la mentalidad. ¿De quién es la culpa? Dijo que no supieron ir por el partido en el primer tiempo. ¿No le entienden o no le hacen caso sus jugadores? El problema es que su autocrítica, reiterativa, no surte efecto. ¿Por qué caen en saco roto las palabras del técnico? Reconoció que deben espabilar y rendir más. ¿Será capaz de revertir estas limitaciones de cara al partido de Champions del martes contra el Oporto? Demasiadas preguntas sin respuesta a estas alturas de la temporada.
El Barça no da la imagen de un equipo campeón que quiere revalidar el título. Las sensaciones en los partidos de campo contrario son malas. Se reforzó la plantilla en verano con jugadores de valía reconocida y no se consigue formar un equipo que ofrezca garantías. Ayer cambio seis jugadores con relación a la alineación frente al Alavés sin que se produjera el revulsivo esperado. Cancelo vino para afincarse como lateral derecho y ha jugado en tres demarcaciones distintas. Gündogan y Joao Félix chuparon banquillo. Es preocupante que Lamine Yamal, a sus 16 años, sea el mejor atacante del equipo, dice mucho a su favor pero deja a los compañeros en evidencia. Solo podemos elogiar a Iñigo Martínez que ha apuntalado la defensa.
El entrenador del Barça tiene motivos para estar preocupado. El juego no está definido, el centro del campo es una maraña de jugadores, se aprovechan poco los extremos. Falta velocidad y anticipación. No se puede decir que se jugó una buena segunda parte cuando no se aprovechó ninguna de las varias ocasiones que tuvieron de marcar. Tampoco se puede poner el árbitro de excusa ya que es una vieja cantinela que no cuela. ¿Cuántos remates a gol hizo el Barça en la primera parte? En eso hay que fijarse, en los balones que se perdieron en los uno contra uno, en los errores cuando les presionaron.