«Las empresas tecnológicas se creen que son dioses. Esto es fantástico pero también es letal. Si tenéis hijos, no les dejéis esto», afirma rotundo Ridley Scott mientras sostiene en la mano un iPhone de una de las periodistas convocadas a la mesa redonda con el realizador y el actor Joaquin Phoenix. «Dejadles que se suban a un árbol, que se caigan, que se rompan un brazo, pero esto no», continúa el director de Alien, Blade Runner o Thelma & Louise sin importarle que su última cinta, Napoleón, haya sido financiada justamente por Apple TV+, la marca fabricante de ese dispositivo.
«Las plataformas de streaming se han equivocado en el plan de negocio y hasta Bloomberg les ha dicho que han cometido un gran error. Su idea era cerrar los cines y hacer que la gente pagase una cantidad al mes para ver todas las películas que quieran, pero eso no era una buena solución. ¿Cuántas películas estrenas al mes? ¿Quince? El problema es que, con el estreno en cines de tan solo una de ellas, ganaban más dinero», explica Scott, que ha paralizado el lanzamiento de Napoleón durante diez meses hasta conseguir que Apple TV+ renunciase a estrenarla directamente en plataformas domésticas. «En este tiempo ya llevo rodada la mitad de Gladiator 2, pero he preferido esperar diez meses porque les dije que no podíamos estrenar la película directamente en streaming, tenía que estrenarse en cines. Al final sacamos la distribución a concurso, la ganó Sony, y ahora estrenamos en catorce mil salas y cuatrocientos IMAX. Los de Apple se han dado cuenta de que era lo correcto y estamos todos encantados».
A sus 85 años, Ridley Scott está de vuelta de todo. Una actitud resultado de una larga y sólida carrera que no es precisamente fruto de la suerte ni de la improvisación. Cuando rodó su primera película, Los duelistas, ya había cumplido los cuarenta y tenía a sus espaldas una buena parte de los más de tres mil anuncios que ha rodado. Uno de ellos, 1984, realizado justamente para la marca Apple en el año del título, se conserva en los archivos del MoMa de Nueva York.
El cine no es como un deporte en el que se gana o se pierde. El tema creativo, escribir, pintar, hacer música, es diferente y ahí solo cuenta la crítica de uno mismo. Lo demás son opiniones»
Director de ‘Napoleón’
«Rodé el primer anuncio para Steve Jobs y lo petó, así que estoy bastante orgulloso de ello», afirma un Scott consciente de su valía como realizador y de la importancia que hay que darle realmente a las críticas. «Desde hace años, tengo el ‘corte del director’ [el derecho por contrato a decidir el montaje]. Eso supone que, si bien tengo en cuenta al estudio y a la gente que financia las películas, hasta el punto de que, como soy muy resolutivo, tiendo a gastar menos de lo estimado en el presupuesto, la versión final de la película es mía. Luego hay que entender que el cine no es como un deporte en el que se gana o se pierde. El tema creativo, escribir, pintar, hacer música, es diferente y ahí solo cuenta la crítica de uno mismo. Lo demás son opiniones. Yo ya soy muy crítico con mi trabajo, por lo que, cuando llegan malas críticas, les digo ‘que les jodan’ y sigo adelante. Lo único que pienso a estas alturas de mi carrera es en el próximo lío en el que me voy a meter y en que sea divertido».
Rigor vs. diversión
Napoleón ha sido uno de los grandes temas de la historia del cine, que ha abordado al personajes desde muy diferentes puntos de vista, desde el documental a la comedia, pasando por el melodrama o el género bélico. El último de esos acercamientos ha sido el de Ridley Scott, cuyo trabajo no ha sido bien recibido por los historiadores, quienes acusan al director británico de falta de rigor histórico por, por ejemplo, incorporar al metraje una escena de la artillería francesa bombardeando con cañones las pirámides de Egipto o citar como las últimas palabras del emperador «Francia, la Armada, Josefina», cuando hay expertos que, desde hace décadas, consideran que esa versión es más fruto de la propaganda que de la verdad histórica.
«Se han escrito más de dos mil libros sobre Napoleón. Eso supone un libro a la semana desde su muerte. Creo que del único personaje del que se ha escrito más es sobre Cristo. Si coges toda esa información, tienes que ser consciente de que tiene que haber muchísima especulación. Por eso me centré más en las cartas, que permiten entender mejor la relación que Napoleón tenía con Josefina. Unas cartas que llegaban a ser un tanto infantiles, especialmente en lo que se refiere a la sexualidad, y en las que el militar se muestra como una persona muy vulnerable respecto de ella», explica Ridley Scott, que no niega que, a la hora de llevar todo ese material a la gran pantalla, buscó un equilibrio entre exactitud histórica y diversión, algo para lo que ha sido muy importante la libertad de los actores a la hora de enfrentarse a sus personajes.
«Ruedo con cuatro cámaras. Eso les da cierta libertad a los actores y les permite improvisar. Aunque siempre hay un guion, la improvisación suele generar cosas buenas y a Joaquin le encanta trabajar así. Por ejemplo, Vanessa Kirby [Josefina en la película] no tenía ni idea de que en la escena del desayuno él la tiraría de la silla y la metería debajo de la mesa», recuerda Ridley Scott, que mantiene una especial relación de complicidad con Phoenix, a quien ya dirigió en Gladiator, hace más de dos décadas.
«Era un chaval sin experiencia y él me permitió descubrir qué es lo que quería hacer con mi personaje, a veces por instinto y a veces por la investigación que había llevado a cabo —recuerda Joaquin Phoenix—. Lo que por entonces no sabía era que esa forma de trabajar no era tan frecuente. No era consciente de que no es normal que puedas hacer lo que quieras, porque ni siquiera sabía que se tardaba dos horas en iluminar una escena. Si de repente decides hacer la escena en un lugar diferente del set, había que montarlo todo de nuevo. En ese sentido, Scott ha sido muy importante para mi desarrollo como actor y, aunque me ha dado mucha libertad, también es verdad que, si algo no funciona, te lo dice y se vuelve a la idea original», explica el intérprete, que para construir el personaje ha intentado darle un enfoque nuevo que se alejase del biopic histórico.
«La verdad es que sabía muy poco de Napoleón. Dejé el instituto muy pronto y en esa época no tenía mucho interés en la historia porque no sabía en qué podía beneficiarme. Luego, evidentemente, he hecho un montón de películas y me hubiera gustado profundizar un poco más. En este caso, me he centrado en los relatos personales que hay de su relación con Josefina que, confieso, aún no he entendido muy bien. No sé qué vieron el uno en el otro, más allá de que tenían cualidades que no poseía el otro. Ella, por ejemplo, era muy buena en lo social, tenía una red de contactos y él, sin embargo, era muy extraño a ese nivel», comenta Phoenix, que reconoce la dificultad de mostrar una vida tan compleja como la de Napoleón y más aún en una película de dos horas y media.
A lo largo de ese tiempo, a Scott y a Phoenix les alcanza para hacer un sucinto repaso a las numerosas hazañas bélicas del caudilla francés y algunos de sus hitos vitales. Desde el exitoso asedio a la fortaleza de Tolón, a su muerte en la Isla de Santa Elena, sin olvidar su auto-coronación como emperador, las campañas —espectacularmente rodadas—, de Austerlitz, la invasión de Rusia o la derrota en Waterloo. Todo ello aderezado con la intensa y tormentosa relación que el pequeño corso mantuvo con Josefina, con divorcio incluido, por la imposibilidad de concebir un sucesor para continuar la estirpe del emperador.
Nunca estoy satisfecho con lo que hago. Si por mí fuera, volvería a rodar de nuevo todas las películas que ya he hecho»
Actor
«Me gustaría haber hecho una película de tres horas solo de la parte del golpe de Estado porque había muchas cosas que meter ahí», se lamenta Phoenix, que se muestra tan crítico como Scott a la hora de valorar su trabajo. «Nunca estoy satisfecho con lo que hago. Si por mí fuera, volvería a rodar de nuevo todas las películas que ya he hecho. Siempre pienso que me gustaría haber hecho más o expresado más… De lo que sí estoy orgulloso es del trabajo que le hemos dedicado a la película, del esfuerzo del día a día, de los actores, del trabajo conjunto de los técnicos…», comenta el actor que, si bien reconoce la fascinación que un personaje como Napoleón puede generar en un actor, también se muestra crítico ante un personaje extremadamente ambicioso y autoritario.
«Ese deseo de poseer, de querer lo material por encima de los derechos universales es algo que podemos ver en muchas personas, no solo en líderes políticos. No sé cuál es la fuente que hace que salga eso en los seres humanos, pero creo que hace falta un tipo de consciencia que te haga ir un poco más allá de esa materialidad. En su caso, Napoleón era hijo de la Revolución, sus principios eran cuidar al pueblo por encima de la aristocracia. Al final, él le dio la vuelta a todo eso y ya no es que beneficiase a la aristocracia, sino que benefició solo a los de su familia, como cuando en España quitó al rey y puso a su hermano. En todo caso, son perfiles que se pueden encontrar en diferentes lugares de la sociedad, incluida esta habitación».