El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, está en guerra con “Bruselas”. Basta con mirar los primeros mensajes de su cuenta de X, antes Twitter, para comprobarlo. Dispara contra la política migratoria, contra la invasión de Ucrania por Rusia (sigue siendo aliado de Vladímir Putin), contra los “burócratas” europeos que “están en los bolsillos de la élite globalista” o contra el Parlamento Europeo por levantar la inmunidad de cuatro parlamentarios polacos. No es para menos. Fueron los eurodiputados quienes en 2018 —con el voto en contra de los representantes del PP español— utilizaron contra él el arma más potente que hay en los tratados europeos: activaron el artículo 7 que puede acabar con la suspensión del derecho de voto en el Consejo de la UE. Lo hicieron un año después de que la Comisión Europea pusiera en marcha la misma medida contra Polonia. Ambos procedimientos llevan desde entonces en el Consejo de la UE, sin avanzar ni retroceder. El PP alienta la posibilidad de que Europa suspenda los fondos europeos a España por la ley de amnistía al procés, a pesar de la gran diferencia que separa su situación de la de Hungría o Polonia.