La violencia de género es una forma de terrorismo contra las mujeres enquistada en la sociedad y pese a ellos muchas personas se cuestionan su existencia, y eso que ha segado la vida de 1.237 mujeres desde el 1 de enero de 2003 hasta hoy, según los datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. Y las generaciones jóvenes no son una excepción.
Según el Barómetro Juventud y Género 2023, elaborado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, hay un 23,1% de jóvenes entre 15 y 29 años que cree que la violencia de género “no existe y que es un invento ideológico”, según revela el ‘Barómetro Juventud y Género 2023’, elaborado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud. Este porcentaje es prácticamente el doble que en 2021 (12%). En el caso de las chicas, el 13,2% niega su existencia, más del doble que hace dos años (5,7%). La reacción patriarcal a los avances en materia de igualdad y el crecimiento de la “manosfera” son dos factores que están detrás de estas tendencias, según Priscila Retamozo, politóloga y formadora en igualdad de género.
Sin embargo, las estadísticas no dejan lugar a dudas sobre la magnitud del problema: más de medio centenar de mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año. “Ellas sólo representan la punta del iceberg de la violencia cotidiana que sufren muchas mujeres, los feminicidios fuera del ámbito de la pareja o por parte de la expareja, las agresiones y el abuso sexual”, afirma la experta, que anima a salir a la calle el 25N para mostrar el rechazo social rotundo a la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todos los ámbitos.
Según el barómetro de la Fad, los porcentajes de jóvenes que se alinean con otras posturas derrotistas, negacionistas, minimizadoras o banalizadoras de la violencia de género también se han incrementado considerablemente. Sentencias como que la violencia de género “aunque está mal, siempre ha existido, es inevitable”, “es algo habitual en el seno de una pareja” o “si es de poca intensidad, no es un problema” también reciben mayores apoyos que en años anteriores, llegando a duplicarse e incluso a triplicarse el número de jóvenes, de ambos sexos, que las sostienen y, aunque siguen siendo superiores entre los hombres, han aumentado más entre las mujeres.
El estudio revela también que el 87% de jóvenes afirman reconocer alguna situación de violencia machista –física, psicológica o sexual– en su entorno cercano. Sólo un 13% no los reconoce –un 8% en el caso de las mujeres y un 19% en el de los hombres–.
Por otra parte, el último informe ‘La situación de la violencia contra las mujeres en la adolescencia en España’, publicado por el Gobierno central, revela que el 25% de las adolescentes españolas de 16 y 17 años sufre violencia de género psicológica y de control. Sin embargo, el 78,4% de ellas no lo denuncia.
Volviendo al barómetro, la violencia de control engloba los principales tipos de violencia reconocida de chicos sobre chicas. ‘Revisar el móvil’ sigue siendo el acto más evidenciado. Así lo identifica el 45% de jóvenes –54% de mujeres y el 35% de hombres–.
“La violencia de género es una problemática multifactorial”, afirma Retamozo. La persistencia de los roles de género, la normalización de las conductas de control y el negacionismo de la violencia machista son algunos de los factores que hacen que la violencia de género se perpetúe. “Es frecuente que las adolescentes entiendan como violencia sólo la violencia física, pero lo también la manipulación, provocar que nos alejemos de nuestras amistades o de nuestra familia, el abandonar nuestros pasatiempos, el hacer que dediquemos todo nuestro tiempo a la pareja… Cuando se produce la violencia física, si es que se produce, las adolescentes ya están en una espiral de violencia de la que es muy complejo salir. Por eso la sociedad debe estar muy atenta para tender la mano y para alertar cuando sucedan estas cosas”, comenta. A estas formas convencionales de agresión machista, se suman ahora todas las modalidades de ciberviolencia, como el control de la ubicación de la chica a través de las redes sociales y el control de las contraseñas de dispositivos, etcétera. “Muchas adolescentes ven en estos gestos señales de amor y no como señales de una relación de violencia. la violencia sexual es invisible porque la falta de educación sexual impide que sean capaces de identificar el abuso o las agresiones sexuales. Acceder a prácticas sexuales que no deseas bajo intimidación, manipulación o miedo, es violencia y es difícil hablar de ella cuando la ejerce tu pareja”, explica.
La experta da algunas pistas que pueden ayudar a detectar si se está siendo víctima de violencia de género: “Si con frecuencia te ignora o desprecia, si te humilla o insulta, si te manipula o toma las decisiones por ti, si controla dónde estás, con quién, limita tus amistades o intercede en la relación con tu familia, en general, si sientes que te ha aislado o te hace sentir mal y dudar de ti misma, es muy probable que estés ante los primeros signos de maltrato”.
En este caso, lo mejor es pedir ayuda a personas con formación en igualdad, asociaciones, figuras de referencia o en alguno de los recursos municipales que están a disposición de las víctimas de violencia machista. “Identificar que algo va mal y dar el paso de contarlo ya es un paso enorme. No hay que olvidar nunca que hay salida a la violencia de género”, sostiene.
En cuánto a qué puede hacer la familia y amigos de la víctima, lo más importante es, precisamente, prestar atención a estas señales de alarma, expresar la condena a las conductas machistas sin paliativos, acompañarla desde la empatía y la escucha, y formarse para poder actuar adecuadamente.
En el ámbito escolar, recuerda que existen protocolos y planes de igualdad. “Hemos avanzado mucho en este aspecto. Falta que su aplicación sea todavía más eficaz y para ello hace falta más recursos y más formación en los centros educativos. Me consta que existen grandes profesionales, que están haciendo un gran trabajo coeducativo, pero es preciso poner en valor esos esfuerzos y ampliarlos a la totalidad del profesorado y no sólo a quienes están más sensibilizados”, explica.
Retamozo advierte de que la violencia tiene “secuelas gravísimas” a cualquier edad, especialmente cuando no se recibe un acompañamiento psicológico y social adecuado. “Cuando la exposición es, además, en pleno desarrollo de nuestra personalidad, como sucede en la adolescencia, puede ocasionar problemas de salud mental, conductas de riesgo como abuso de alcohol o drogas o normalización de relaciones sexuales no seguras. Pero hay salida a la violencia de género y las secuelas pueden enfrentarse con la ayuda de especialistas”, comenta.