Le costó mucho tiempo lograr que se lo tomaran en serio. Hace 10 años, cuando Pedro Sánchez decidió probar suerte en las primarias del PSOE, por entonces aún no convocadas, y se lo empezó a contar a su círculo, en el que estaban amigos cercanos que ahora están en La Moncloa con él, como Óscar López y Antonio Hernando, él era el único que lo veía muy claro. Algunos íntimos se lo desaconsejaron. No le conocía nadie, no tenía peso orgánico, parecía imposible que pudiera ser secretario general. Diez años después, con varios fracasos, caídas, recuperaciones, repeticiones electorales y éxitos inesperados en el medio, Sánchez es uno de los hombres más poderosos de la historia del PSOE, según admiten incluso los veteranos más críticos, no tiene casi ninguna contestación interna y este viernes tomará posesión por tercera vez como presidente del Gobierno después de haber logrado ganar una votación de investidura con más votos que las anteriores, 179, y con un amplio y transversal respaldo electoral detrás.