“Esto es como cuando vas al médico y te receta unas pastillas. Tú confías en él y te las tomas. Pues el profesional de la banca te vende un producto que te dice que es fenomenal y que no tiene ningún riesgo, y tú, pues lo firmas. Y al final resulta que es absolutamente tóxico”, denuncia Antonio González. En 2008 adquirió una hipoteca multidivisa por 160.000 euros —un préstamo en el que el capital y los pagos mensuales se realizan en una moneda extranjera—, en su caso referenciada al franco suizo, y en un plazo de siete años pasó a deber más de 250.000. “Me quedé en la ruina”, reconoce.
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14 octubre, 2024