La muerte de Matthew Perry nos recordó lo viejunas que somos y revivió la brecha eterna entre quienes devoramos el mainstream: las que nos tragamos en su día –y nos hemos vuelto a tragar desde que hay plataformas que te permiten ser programadora de tu ocio pasivo– la serie de la cuadrilla más famosa de Nueva York –por un lado– y quienes chulean (porque hay un poco de postura apocalíptica en esto) de no haber visto un capítulo nunca. Vale, te creo. Y me alegro mucho por ti si estabas leyendo a Deleuze o viajando por el mundo o escribiendo la trilogía que cambiará la ficción, mientras las demás nos sentábamos en el Central Perk, pero –entonces– este artículo no es para ti. A no ser que quieras entender por qué nos embaucaron tanto esos tres petardos y esas tres petardas.