Crucemos los dedos. Hasta que no empiece no se convertirá en la primera buena nueva desde el 7 de octubre. Y cuando empiece, habrá que ver si funciona el intercambio de rehenes secuestrados por Hamás por prisioneros retenidos sin juicio en cárceles israelíes, así como la entrada diaria de 300 camiones de suministros, que romperán el largo asedio al que ha estado sometida la Franja. Son mujeres, niños y ancianos los intercambiados. Hay infantes de meses secuestrados en Gaza y adolescentes lanzadores de piedras en las cárceles israelíes. A quien más castiga esta guerra es a la población civil más frágil, embarazadas o enfermos incluidos, en sus casas de los kibutz o en las escuelas y hospitales de Gaza. Es una siniestra novedad y el tipo de progreso propio de las guerras: hacia el infierno. Como si ambos contendientes hubieran descendido un peldaño más en su inhumanidad.
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