Una Iglesia convertida en bazar

En el año 2007, la Iglesia del Padre Nuestro de mi barrio, la Alameda de Osuna, se puso en venta. Imagino lo difícil que debió de ser ponerle precio a lo sagrado: que si el reclinatorio es de madera buena, que si el Cristo fue un regalo, que si el altar va incluido porque no se puede mover. Finalmente, el Arzobispado decidió que la cifra sería la de 2.700.000 euros. Precio final. A Dios no se le regatea. A pesar de que el terreno fuera una cesión del Ayuntamiento, el párroco ―que, como tantos otros, debió de faltar a la clase sobre el voto de pobreza― dijo que era de la Iglesia y que él lo vendía si quería porque, además, tenía que pagar otra parroquia más bonita, más grande y moderna, que había construido en el mismo barrio, pero una plaza más allá.